A través del apartado de contacto, recibo un email de Ana Pascual en el que me pregunta de dónde surge la superstición sobre las herraduras y la buena suerte.
Como bien sabréis, las supersticiones son la extraña creencia que tienen algunas personas a pensar que poseer algún objeto, hacer algo concreto o evitar según qué situaciones influirá en su destino, otorgándole buena o mala suerte; todo ello por una rara e inexplicable conjunción mágica fuera de cualquier tipo de razonamiento científico, explicación lógica y coherente o demostración empírica.
Una de las supersticiones más extendidas es la que indica que tener una herradura colgada sobre la puerta de entrada de una casa la protege de la mala suerte, dotando al hogar con la fortuna y alejándolo de cualquier tipo de adversidad.
El origen a esta creencia, tan arraigada popularmente, se la debemos a una antigua leyenda que surgió en el siglo X alrededor de San Dustan, quien, antes de ser nombrado Arzobispo de Canterbury y ser canonizado tras su fallecimiento, trabajó como herrero en Baltonsborough (suroeste de Inglaterra).
Dicha leyenda explicaba como se le apareció a Dustan una extraña criatura (mitad hombre mitad animal) que le solicitó que le pusiera un par de herraduras, descubriendo el herrero de que se trataba del mismísimo demonio y con gran habilidad se deshizo de él gracias a un ingenioso engaño, clavándole las herraduras de una manera muy dolorosa hasta conseguir que el diablo le suplicase clemencia.
Fue a partir de la divulgación y el boca a boca de esta historia donde surgió todo el aura y simbología que se le ha querido dar a las herraduras como talismán de la buena suerte (muy posiblemente de todos los amuletos el más famoso).
Cabe destacar que en algunos lugares se indica que en tiempos de la Antigua Grecia, estos ya le atribuían dones de buena suerte y fortuna a las herraduras, pero no hay ninguna historia/relato lo suficientemente difundida que pueda demostrar que el origen de esta superstición se debe a los griegos y no a la leyenda de San Dustan.
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