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Mordisquearse una uña de vez en cuando puede considerarse una práctica bastante común (el 25% de la población mundial lo hace)
pero cuando se convierte en un hábito compulsivo ya conforma un
problema puesto que el daño puede alcanzar niveles importante para
nuestra salud. Pero, ¿cómo surgen estos hábitos obsesivo-compulsivos que afectan a muchísimas personas en el mundo?
Desde morderse las uñas a rascarse la piel, tocarse el pelo, frotarse los ojos... los hábitos compulsivos pueden afectar a nuestra relación con los demás.
Ahora, un nuevo estudio llevado a cabo por un equipo de investigadores
de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) acaba de arrojar luz al
respecto en su estudio publicado en la revista American Journal of Psychiatry.
Según los expertos, un fallo en el “encendido” del sistema de
control del cerebro podría sentar las bases de las compulsiones en el
trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), dejando fuera las teorías
sobre que estos trastornos están causados por preocupaciones u
obsesiones por parte de los sujetos, sino por una condición provocada
cuando el sistema de hábitos del cerebro se vuelve loco.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores escanearon los cerebros de 37 pacientes con TOC y 33 personas sin este trastorno.
Sometieron a los voluntarios a una prueba repetitiva de respuesta
conductual, descubriendo que los pacientes con TOC eran menos capaces de
detener sus hábitos mientras se observó una actividad cerebral excesiva en el núcleo caudado,
una región que debe “encenderse” correctamente para que podamos
controlar nuestros hábitos ya que participa en la modulación del
movimiento.
Así, los científicos creen que las compulsiones pueden estar causadas
por un mal funcionamiento en el sistema de hábito del cerebro y que
estos hallazgos no son específicos para personas con trastorno
obsesivo-compulsivo, sino para cualquier hábito de carácter repetitivo.
“No es sólo el TOC, hay una serie de comportamientos humanos que ahora se consideran ejemplos de compulsividad, incluido el abuso de drogas, el alcohol y los atracones. Lo que todos estos comportamientos tienen en común es la pérdida de control
de arriba hacia abajo, tal vez debido a la falta de comunicación entre
las regiones que controlan nuestro hábito y aquellos que, como la
corteza prefrontal, que normalmente ayudan a controlar la conducta
volitiva”, explica Claire Gillan, coautora del estudio.
“Mientras que algunos hábitos pueden hacer nuestra vidamás fácil,
como la automatización del acto de la preparación del café por la
mañana, otros van demasiado lejos y pueden tomar el control de nuestras vidas de una manera mucho más insidiosa
con la formación de nuestras preferencias, creencias, y en el caso del
TOC , incluso nuestros temores. Tales condiciones están entre las más
difíciles de tratar, ya sea por la terapia de comportamiento cognitivo o
por las drogas”, aclara Trevor Robbins, coautor del trabajo.
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