FRANCIA | Exposición
Raquel Villaécija | París
Los alquimistas del cristal
Obra de Javier Pérez
En el año 1564, durante el reinado de Carlos V, el pintor Tiziano envió a la corte española óleos y cristal de Murano para agasajar al soberano. Estos vidrios tenían una particularidad: se esculpían en caliente, pero nada más sacarlos de sus hornos, los artesanos les daban un baño frío, para que la superficie quedara pulida. Eran las joyas de la corona, pepitas de oro entre alhajas de plata.
Estos envíos figuran en el inventario del palacio de El Pardo. Son algunos de los muchos que se hicieron durante la época, cuando la industria vidriera de Murano vivía su esplendor. Hoy sufre la competencia china, que vende cristales de baja calidad pero de apariencia pintona a precios tirados.
“Vivimos uno de los momentos de crisis más importantes. Antes sufríamos la competencia de cristales de calidad como el de Bohemia. Ahora el enemigo son las falsificaciones asiáticas”, destaca Cristina Tonini, una de las comisarias de la exposición Frágiles recién inaugurada en el Museo Maillol de París.
Es la primera vez que las míticas piezas italianas realizadas en la isla de Murano viajan a la capital francesa para exhibir su esplendor. El de unos años en los que las fábricas de artesanos no dejaban de echarle caldera a sus hornos. Hace siete siglos que Murano trabaja y moldea este cristal conocido en el mundo entero. En 1291 la República italiana ordena trasladar todas las fábricas a esta pequeña isla adosada a Venecia.
La muestra se inicia en el Renacimiento, cuando estas piezas empezaron a ser conocidas y cuando las familias de dinero empezaron a realizar encargos. “Es la época más importante, teníamos un cristal muy duro y transparente a la vez.. Además, este due el momento en el que hubo una mayor creatividad e invención, se hacían piezas muy originales”, explica la experta italiana.
En el citado museo se exponen en total 200 obras maestras. Vajillas, jarrones, copas nupciales, cajas para confiterías o bombones, estas joyas adornaban las sedes institucionales, pero sobre todo las casas de los aristócratas, ricas familias italianas como los Médicis, pero también alemanas y españolas, que compraban este arte a los maestros vidrieros.
Durante muchos siglos los orfebres de Murano no podían salir de la isla y exportar sus técnicas. La mayoría eran hijos o nietos de artesanos. El del manejo del vidrio es un arte que se trasmite de generación en generación. A pesar de que han cuidado con recelo su secreto de fabricación, hoy, como ocurre con otros objetos de lujo, los cristales italianos sufren el azote de la falsificación.
Por eso, para proteger este arte tan característico las autoridades han creado una etiqueta de calidad que diferencia la pieza original de la copia china, la joya de la bisutería. “Atravesamos una de las peores crisis por culpa de la competencia asiática”, dice Tonini, ”Las piezas de Murano son caras, no podemos hacer frente a esos precios”.
Vittorio Zecchin por Venini.
Estos envíos figuran en el inventario del palacio de El Pardo. Son algunos de los muchos que se hicieron durante la época, cuando la industria vidriera de Murano vivía su esplendor. Hoy sufre la competencia china, que vende cristales de baja calidad pero de apariencia pintona a precios tirados.
“Vivimos uno de los momentos de crisis más importantes. Antes sufríamos la competencia de cristales de calidad como el de Bohemia. Ahora el enemigo son las falsificaciones asiáticas”, destaca Cristina Tonini, una de las comisarias de la exposición Frágiles recién inaugurada en el Museo Maillol de París.
Es la primera vez que las míticas piezas italianas realizadas en la isla de Murano viajan a la capital francesa para exhibir su esplendor. El de unos años en los que las fábricas de artesanos no dejaban de echarle caldera a sus hornos. Hace siete siglos que Murano trabaja y moldea este cristal conocido en el mundo entero. En 1291 la República italiana ordena trasladar todas las fábricas a esta pequeña isla adosada a Venecia.
Isla de cristal
No tiene más de 30.000 habitantes. Sin embargo es globalmente conocida por sus cristales. Hoy se puede ver cómo sus artesanos trabajan en sus talleres de orfebres, cómo cocinan y decoran este vidrio tan especial. “Su particularidad no sólo reside en la técnica de fabricación, pues se hace en caliente con materias primas puras venidas de Oriente Próximo, sino en su capacidad de creación e invención”, explica.
Butaca del siglo XVIII decorada con cristal.
La muestra se inicia en el Renacimiento, cuando estas piezas empezaron a ser conocidas y cuando las familias de dinero empezaron a realizar encargos. “Es la época más importante, teníamos un cristal muy duro y transparente a la vez.. Además, este due el momento en el que hubo una mayor creatividad e invención, se hacían piezas muy originales”, explica la experta italiana.
En el citado museo se exponen en total 200 obras maestras. Vajillas, jarrones, copas nupciales, cajas para confiterías o bombones, estas joyas adornaban las sedes institucionales, pero sobre todo las casas de los aristócratas, ricas familias italianas como los Médicis, pero también alemanas y españolas, que compraban este arte a los maestros vidrieros.
Copias chinas
Ahora se exhiben en distintos museos europeos o pertenecen a colecciones privadas. Algunos cristales fueron tallados y diseñados por artistas como César, Man Ray o Jean Arp. El valor de estas piezas, explica Tonini, puede alcanzar los 50.000 euros. En las salas del museo también se puede ver una butaca del siglo XVIII decorada con cristal coloreado, así como una serie de piezas talladas por artistas contemporáneos, entre ellos el español Javier Pérez.Durante muchos siglos los orfebres de Murano no podían salir de la isla y exportar sus técnicas. La mayoría eran hijos o nietos de artesanos. El del manejo del vidrio es un arte que se trasmite de generación en generación. A pesar de que han cuidado con recelo su secreto de fabricación, hoy, como ocurre con otros objetos de lujo, los cristales italianos sufren el azote de la falsificación.
Por eso, para proteger este arte tan característico las autoridades han creado una etiqueta de calidad que diferencia la pieza original de la copia china, la joya de la bisutería. “Atravesamos una de las peores crisis por culpa de la competencia asiática”, dice Tonini, ”Las piezas de Murano son caras, no podemos hacer frente a esos precios”.
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