Un arroyo atraviesa esta localidad alemana, a tocar de las fronteras con Luxemburgo y Francia. Y en su paso crea una cascada de 20 metros, alimenta una planta hidráulica de molinos intactos, y mantiene vivo un encantador entramado de casitas de pescadores.
“Si quieres probar el auténtico sabor de Alemania, ve a Saarburg”, explica una viajera en el portal turístico Virtual Tourist. Y así es como se nos presenta esta encantadora villa. Con coloridas casitas de pescadores a orillas del río Sarre (Saar en alemán), marcadas con las iniciales del constructor, de su esposa y con el escudo que identificaba su profesión. Con un arroyo, el Leukbach, que lo atraviesa por la mitad y que deja caer una cascada de unos 20 metros. Y con un entramado de puentes que le hacen merecedor del sobrenombre de ‘Pequeña Venecia’.
Pero vayamos por partes. Saarburg es un pequeño pueblo de 6.500 habitantes en el extremo oeste de Alemania. De hecho, está solo a 20 minutos de las fronteras con Luxemburgo y Francia. Si buscamos una referencia germana, lo más cercano que tenemos es Frankfurt. Este aeropuerto es, junto al de Luxemburgo, el que recomiendan en la web de Saarburg para visitar la ciudad. Aunque, claro está, necesitaremos un coche o aprovechar la conexión ferroviaria.
Las colinas son el telón de fondo de este pueblo, rico en entornos naturales. Sobre aquella en la que reposa se encuentran los restos del castillo que fue origen de Saarburg, por allá el 964 y por iniciativa del Conde Sigfrido de Luxemburgo. Y aunque esta es una de las visitas imperdibles en el lugar, lo más atrayente se encuentra en los alrededores del arroyo.
Allí nos espera el Amuseum, una antigua planta de electricidad que amortizaba la energía hidráulica del arroyo tras su paso por la cascada. Sus molinos siguen rodando a día de hoy, construyendo una estampa bucólica, y también produciendo electricidad. Pero como visitantes lo que nos interesa es su museo, un recorrido por los oficios tradicionales de Saarburg. El de marinero, el de pescador… Pero también el de fundidor de campanas. Y es que la localidad era en el siglo XVIII un importante centro dedicado a esta labor.
La iglesia o la Piazza, con sus restaurantes y tiendas, son los otros atractivos de Saarburg. Pero parte de ellos se encuentran en los alrededores. La región es una importante productora de vino, por lo que abundan los viñedos e incluso pueden realizarse catas. La zona, por su belleza natural, también es ideal para un recorrido en bicicleta.
Encantadora y acogedora, con mucho que ver en muy poco espacio, y con el único ‘pero’ que la encontraremos muy llena un fin de semana de verano. Saarburg es una pequeña villa que nos espera con los brazos abiertos, y que ofrece cosas que ninguna gran urbe puede siquiera imitar.
Vía: 101 Viajes Increibles.
Foto: Wolfgang Staudt.
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