https://www.youtube.com/watch?v=uDagBQfsLMI
domingo, 21 de agosto de 2016
Con el tiempo queremos más, pero a menos gente
http://www.rinconpsicologia.com/
“Deben buscarse los amigos como los buenos libros. No está la felicidad en que sean muchos ni muy curiosos; sino pocos, buenos y bien conocidos”, dijo Mateo Alemán, un novelista español. Y lo cierto es que no andaba desacertado ya que con el tiempo vamos aprendiendo a querer más, pero a menos personas.
Lo cierto es que las experiencias vitales que vamos viviendo hacen que nuestro círculo de amigos sea más selecto. No se trata de que nos desencantemos o de que nos convirtamos en antisociales sino de que vamos separando la paja del grano y finalmente comprendemos que no importa la cantidad sino la calidad de las relaciones que establecemos.
Los años nos ayudan a elegir mejor
A medida que maduramos también ocurre otro fenómeno: nuestras prioridades cambian y nos interesa más rodearnos de las personas que realmente cuentan, de gente que nos aporte y que mire en nuestra misma dirección. A medida que nos queda menos por vivir, comprendemos que nuestro tiempo es una posesión valiosa y es comprensible que solo queramos compartirlo con ciertas personas. Por eso, poco a poco, vamos decantando nuestro círculo de amistades.
De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Rochester desveló que a los 20 años priorizamos la cantidad de amigos sobre la calidad de estos, y así nos sentimos a gusto. Sin embargo, a medida que pasan los años comenzamos a priorizar la calidad sobre la cantidad. A partir de los 30 años, tener amigos verdaderos es lo que nos ayuda a mantenernos alejados de la depresión y la soledad, mejorando nuestro equilibrio emocional.
La amistad duplica las alegrías y divide a la mitad las tristezas
A lo largo de la vida también va cambiando nuestro concepto de amistad. Durante la infancia prácticamente todos los compañeros de clase son nuestros amigos, pero al llegar a la adolescencia y la juventud vamos perfilando ese grupo de amigos, que es más cerrado pero sentimos una mayor pertenencia ya que compartimos los mismos intereses y valores. En ese momento de la vida estamos buscando nuestra identidad.
Sin embargo, más tarde, alrededor de los 30 años, cuando ya hemos encontrado nuestro lugar en el mundo y sabemos lo que queremos, seleccionamos mejor a las personas que nos rodean, las elegimos en base a lo que nos aportan y cómo nos hacen sentir. En ese momento queremos a nuestro lado a personas que no solo dupliquen la alegría sino que también nos ayuden a aliviar las penas. Queremos a amigos que nos comprendan y nos hagan sentir que somos importantes para ellos.
Con el tiempo aprendemos a valorar la amistad y nos convertimos en mejores amigos
Con el tiempo no solo elegimos mejor a nuestros amigos sino que también nos damos cuenta de su importancia. Las experiencias que hemos vivido nos han demostrado la importancia de tener un hombro sobre el cual llorar, a una persona que nos motive cuando nadie más lo hace o simplemente a alguien que esté a nuestro lado.
Por eso, compensamos los “amigos” que vamos perdiendo con la madurez con relaciones mas profundas y comprometidas. Queremos a menos personas, pero queremos más, nos comprometemos más. Con esos amigos del alma creamos un vínculo más profundo que no solo resiste el paso del tiempo sino también los desencuentros y las diferencias de opinión. Podemos enfadarnos, pero sabemos que estará a nuestro lado si le necesitamos.
Sin duda, en el mundo de las redes sociales, donde muchos están obsesionados con el número de amigos e incluso presume de ello, este es un mensaje sobre el que debemos reflexionar.
Fuente:
Carmichael, Cheryl L.; Reis, Harry T. & Duberstein, Paul R. (2015) In your 20s it’s quantity, in your 30s it’s quality: The prognostic value of social activity across 30 years of adulthood. Psychology and Aging; 30(1): 95-105.
sábado, 20 de agosto de 2016
Si no puedes cambiar la situación, cambia tu mente
http://www.rinconpsicologia.com/
Hay situaciones que podemos cambiar, hay otras que no. Y mientras antes lo asumamos, antes dejaremos de sufrir por ellas. Cuando una persona no quiere permanecer a nuestro lado, poco podemos hacer para retenerla. Si perdimos una oportunidad de trabajo, de nada vale lamentarse. Por muy proactivos, entusiastas y positivos que seamos, hay situaciones que no podemos cambiar. En esos casos solo nos resta cambiar nuestra mente.
Los peligros de la no aceptación
Hay situaciones que, si no podemos cambiar, debemos aceptar. Cuando no las aceptamos se convierten en un asunto pendiente, en un obstáculo que nos drena la energía. Sin embargo, el auténtico milagro ocurre al aceptarlas ya que en ese proceso de supuesta rendición, crecemos y logramos pasar página.
¿Qué sucede cuando no aceptamos una situación que no podemos cambiar?
¿Qué sucede cuando no aceptamos una situación que no podemos cambiar?
1. Nos mantiene estancados. Si tenemos delante un muro y nos ofuscamos intentando echarlo abajo pero no lo logramos, nos frustraremos y nos quedaremos lamentándonos. De esta forma, terminaremos estancados en nuestro camino. Al contrario, si intentamos probar otras soluciones, podremos seguir avanzando, no a pesar del muro, sino precisamente gracias a este.
2. Nos hace infelices. Cuando no logramos cambiar la situación o los demás no cumplen con nuestras expectativas, la frustración puede crecer hasta alcanzar niveles insospechados. Al atarnos a ese problema nos impedimos ser felices, es como si fuera una enorme piedra que nos obligamos a arrastrar, aunque en realidad nos gustaría soltarla, pero no sabemos cómo hacerlo.
3. Nos impide ver las oportunidades. Un problema o una situación negativa, sobre todo cuando se mantienen a lo largo del tiempo, suelen generar frustración. Y en ese estado no solo somos incapaces de pasar página sino que ni siquiera nos damos cuenta de las soluciones y oportunidades que pasan por nuestro lado. No aceptar un hecho es cerrarse a las oportunidades, eligiendo permanecer en el pasado.
No es la situación, es cómo reaccionas
A menudo confundimos la realidad con nuestras reacciones. Sin embargo, es importante tener presente que no es la situación en sí la que genera frustración, sufrimiento o ansiedad, estas son tan solo nuestras respuestas ante hechos que no podemos, o no queremos, gestionar. Se trata de una diferencia sustancial ya que de esta forma podrás separar el acontecimiento de tu reacción ante este. Y darte cuenta de que estás reaccionando ante un significado, no ante un hecho.
De hecho, en muchas ocasiones somos nosotros mismos quienes añadimos más leña al fuego, imaginando los peores escenarios posibles o dejando que las emociones negativas nos sobrepasen y tomen el mando. De esta forma solo conseguimos empeorar la situación, cuando el objetivo es lograr sentirnos mejor. En práctica, terminamos perdiendo la perspectiva de que lo bueno y lo malo, lo negativo y lo positivo se basa esencialmente en nuestros puntos de vista, en la forma en que elegimos reaccionar ante ciertas situaciones.
Muchas de las situaciones que a primera vista podemos considerar como negativas o malas, pueden ser positivas, o al menos adquirir un carácter neutro si sabemos darles la vuelta y sacarles partido.
Por supuesto, no se trata de relativizar todo o de sufrir en silencio. Cuando una situación no nos gusta o se convierte en un obstáculo para lograr nuestros objetivos, debemos intentar cambiarla, pero si no podemos, chocar continuamente contra un muro no servirá más que para hacernos daño. Si no podemos derrumbar esa pared, es mejor que aprendamos a sacarle provecho.
Para lograrlo, es importante tener claro que todo depende de la interpretación, la cual está determinada por nuestras experiencias, expectativas y las emociones que nos están embargando. Sin embargo, lo que estamos viendo no es la única realidad, sino tan solo una faceta de esta. Nuestra reacción ante la situación será la versión final. Por tanto, enfócate en buscar soluciones, no en quejarte.
Recuerda que la vida no es como quieres que sea, muchas veces es caprichosa e inesperada. Seguirá poniendo problemas a tu paso, así como nuevas oportunidades. Tú eliges si quieres ser una víctima o si prefieres tomar las riendas y aprender a cada paso.
Después de todo, recuerda que nada es para siempre. Si algo te disgusta, intenta cambiarlo, si no puedes, no te tortures y cambia tu actitud. Aprende a abrazar la vida, con todo lo que ello conlleva.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)