sábado, 2 de noviembre de 2013

[Libro] La extinción de los anfibios en el siglo XXI

No conozco personalmente a la autora, pero sí conozco a su hijo, que no es otro que Tay. Conociéndolo y sabiendo de su filosofía, pensé rápidamente que debía ir en la línea de su progenitora. Cuando vi el título pensé que iba a ser el clásico libro que de hablaba de las características de las ranas, cuatro productos químicos y poca cosa más. Nada más lejos de la realidad. La verdad es que el libro me ha encantado. Os paso a hacer el habitual resumen. Me extiendo un poco porque tiene muchos detalles interesantes.

El libro trata de cómo el hombre ha ido cargándose poco a poco los ecosistemas basándose en la desaparición de los anfibios. ¿Por qué los anfibios? Pues porque “los anfibios son animales muy sensibles a la contaminación y a las alteraciones y cambios medioambientales. Ranas, sapos, salamandras, cecílidos y tritones, son indicadores de la salud de un ecosistema”. De hecho, el 2008 fue declarado “El año de la Rana” por muchas asociaciones ecologistas. El portavoz oficial de esta campaña fue David Attenborough, en la llamada España no se difundió ni lo suficiente ni lo insuficiente; un par de artículos en los periódicos y poco más.
Antes de que existieran las aves la voz de los anfibios era la única que se oía en el planeta Tierra, eran los únicos vertebrados que producían sonidos. Para ser más precisos era la voz de los anfibios machos pues las hembras son mudas.
La autora es una defensora acérrima de la Naturaleza y la biodiversidad. Y nos recuerda que desde la llegada del hombre, dicha biodiversidad no ha dejado más que decrecer:
Antes de los anfibios ya se habían extinguido muchos otros animales por la acción humana. Ya a finales del siglo XVI acabaron con el Dodo de isla Mauricio. En el siglo XIX casi exterminan a los bisontes, animales fantásticos enormes y fuertes, los mataban a millones sólo por la piel, la lengua y algunos trozos de carne muy escogidos para hacer conserva. Se calcula que existían hacia 1860 más de 60 millones entre las Montañas Rocosas y el Misisipi. Hemos encontrado trágicos documentos sobre aquella masacre, montañas enormes hechas de sus cráneos, pulverizaban los huesos para fertilizar la tierra. Las palomas peregrinas de América del Norte tuvieron peor suerte, no se salvó ninguna. Se dice que sus bandadas eran tan inmensas que tapaban la luz del sol. Millones de ellas fueron asesinadas a estacazos, los campos se cubrieron de sus cadáveres en putrefacción, los echaban de comida a los cerdos por miles. Según cuentan sólo quedó un grupo que se “suicidó” en el lago Michigan sin atreverse a volver a tierra, y una hembra cautiva que falleció en 1914. Se fueron también para siempre la gigantesca moa, el gran alce, el león del Cabo, el oso del Atlas, el koreke, el delfín de aleta blanca (en el 2006), y un amplio etcétera de otros animales, entre ellos, como veremos, muchos anfibios. Niles Eldredge recopila en su obra La vida en la cuerda floja, los animales extinguidos desde 1.600 hasta finales de los 90. Son una barbaridad de especies de todos los grupos zoológicos. La actualización se puede ver en la página del World Conservation Monitoring Center.
(…)
Australia es un país muy concienciado en su pérdida de biodiversidad y muy amenazado por especies invasoras. En los últimos 20 años han perdido para siempre al menos nueve especies de ranas endémicas, 20 especies más han disminuido de forma alarmante, y tienen 27 especies más en grave peligro (Action Plan for Australian Amphibiams).
Echa de menos la niñez de los que hoy día nos podemos considerar maduros:
Los que tuvimos la suerte de disfrutar del campo en nuestra infancia, porque la vida aún estaba muy vinculada al ambiente rural y casi todo el mundo tenía allí padres, abuelos, tíos, primos, o amigos, sentimos una dulce nostalgia por aquellos campos en los que corríamos y jugábamos cuando éramos niños. Salir a buscar nidos era una de las juergas del verano, y más que salir a buscar salíamos a encontrar pues los había a cientos; sin huevos, con huevos, con pollos, con cucos… y sólo había que subirse a un par de árboles. Los paseos de las tardes de verano llevaban consigo los divertidos sobresaltos de escuchar o ver a los verdes lagartos andaluces y a las temidas “bichas” escondiéndose al paso en los zarzales. Las mantis gigantescas, los grillos cebolleros, las orugas de mariposas de vivos colores y zapatitos negros, los topos, los erizos, los sapos, las ranas… eran nuestros amigos y compañeros del camino; ya no es así.
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Por desgracia las nuevas generaciones crecen en un elevado porcentaje sin aproximación alguna a la naturaleza, muchos niños no han visto más ranas que las que hay dibujadas en su libro de “Conocimiento del medio”. Saben muy bien, no obstante, que es una Play3, un MP8, un IPOD, una PSP, y otra serie de denominaciones de artefactos varios con los que juegan a vivir las vidas que no viven. Las infancias de los niños urbanitas transcurren muy alejadas del medio natural, les son más familiares y reales los animales imaginarios de los videojuegos que los que realmente existen.
En ciertos momentos, me atrevo a afirmar que es un punto crítica con los productos químicos desarrollados por el hombre, incluso con un punto quimiofóbico; aunque me parece que más bien lo hace, no por la química en sí, sino porque dichos productos se están utilizando en tal cantidad que afectan a la biodiversidad; recordándonos que nosotros también somos animales:
Lo que actúa en animales lo hace también en humanos de la misma forma. A nivel bioquímico todos funcionamos igual. No hay venenos selectivos, lo que mata a una rata mata a un hombre, sólo es cuestión de dosis en relación con el peso corporal. Si alguien duda de esta verdad piense que los medicamentos se ensayan primero en animales antes de aprobarlos para el ser humano. Los experimentos para comprobarlo son muy fáciles, tienen el inconveniente de que sólo se pueden hacer una vez. Así, por ejemplo, uno puede tomarse un poco de raticida y esperar a ver qué pasa. Si las ratas le parecen demasiado próximas al ser humano, pues un poco de veneno para hormigas (aparentemente no nos parecemos en nada a ellas) y esperar a ver qué pasa. Y así con todo lo que es químico y también con algunas substancias que se titulan “naturales” porque se han extraído de plantas, y que se publicitan como inofensivas por ser naturales. Curioso, porque muchos terribles venenos son naturales, de plantas o animales, y todo el mundo lo sabe, y sin embargo el término “natural” se sigue usando como sinónimo de bueno y sano para consumir. ¡A la rica cicuta natural! ¡Pruebe esta infusión de digitalina 100% natural! ¡Aconitina, estricnina! ¡Todo natural!
Y para colmo, el hombre ha potenciado los venenos con tal de matar a otras personas:
Durante la segunda guerra mundial se desarrollaron químicos capaces de eliminar todo tipo de plantas, fitocidas, era una fórmula mágica para asolar los países enemigos. Todos conocemos el uso que se dio en Vietnam a las Dioxinas para destruir selvas y cosechas. No sólo la mezcla de dos fitocidas acabó con las plantas (que no han vuelto a brotar), sino que afectó y afecta aún a la población humana de modo irreversible, siguen naciendo niños con terribles malformaciones congénitas, ciegos, deformes, son elevadísimos los casos de cáncer. Las últimas fumigaciones en Vietnam se hicieron en 1971. Hace falta valor para ver las imágenes de los afectados [pueden herir la sensibilidad del lector], pero conviene hacerlo y tener además más datos de esta gloriosa página de la historia reciente del hombre.
Insiste: no nos libramos. Todas esas acciones, con sus compuestos químicos empleados a nivel industrial acaban dentro de nuestro cuerpo:
Recordemos la campaña “Detox” de WWF/Adena en el 2004 cuando se analizó la sangre de varios ministros europeos (entre ellos la Ministra de Sanidad española), para exigir con esos datos una legislación más estricta en relación con el uso de químicos tóxicos. La sangre de los ministros estaba llenita de moléculas tóxicas. Había PCBs (bifeniles policlorados), ftalatos y retardadores de llama.
De estos últimos nos da unos detalles:
El PBDE es uno de ellos, lo añaden a cualquier cosa que pueda arder; almohadas, alfombras, ropa de cama, plásticos, rellenos de sillones, carcasas de televisores, ordenadores, juguetes, artículos para alimentación pediátrica, etc. Así, este maravilloso producto está en el aire, en el polvo, en el medio ambiente, en la leche, en el pan, en nuestro tejido graso, en animales, en alimentos… es “jangoikua” (euskera – el que está en todas partes).
El PBDE se introdujo en el mercado como una cosa estupenda hace unos 30 años, y coincidiendo con su uso extensivo empezó también la epidemia de hipertiroidismo en gatos en Estados Unidos, y es que este químico no sólo retrasa las llamas sino que altera el funcionamiento del tiroides. Los gatos por su aseo diario lamiéndose la piel y sus revolcones en sofás y alfombras están muy expuestos, al tiempo que también les viene por la alimentación a base de latas (en ellas hay más PBDE que en el pienso seco). Los estudios se han extendido constatándose el efecto sobre el tiroides felino en Canadá, Australia, Japón y en varios países europeos.
La calidad de vida que llevamos hoy día lleva asociada el derroche. Y todo este derroche repercute directamente a otros anomales.
A medida que se han ido inventando aparatos para disminuir el trabajo manual se han ido elevando paralelamente las necesidades. Me explico. Antes, por ejemplo, la ropa se lavaba manualmente; una tabla de madera, una pastilla de jabón Lagarto, y dale que te pego. Aparecen las lavadoras, gran descanso para las mujeres, e incremento notable de la ropa a lavar, pues ya no supone apenas esfuerzo; la máquina lo hace sola. Cazuelas, sartenes, platos, vasos y cubiertos se lavaban uno a uno con agua y un poco de arenilla, sin más. Aparecen los lavavajillas y el número de cacharros sucios aumenta prodigiosamente en los hogares.
Si antes se usaba un jabón para la ducha, ahora es un arsenal de productos químicos lo que se necesita; gel de baño, leche corporal, champú, suavizante, mascarilla, anti-caspa, anti-encrespamiento, alisante, espuma de afeitar, bálsamo para después del afeitado, etc. Los cuartos de baño parecen reboticas, y el término biodegradable se busca y la mayoría de las veces no se encuentra en estos productos.
(…)
Ante ello los anfibios, con su piel permeable (huevos, larvas y adultos) están indefensos. Todos estos maravillosos productos, que aseguran al ser humano una vida de consumista impulsivo feliz, les sientan mal, rematadamente mal. Teniendo en cuenta que el 90% de las aguas negras del planeta se vierten al medio ambiente sin ningún tratamiento previo, y que aún en los países más ricos no existe una lógica separación entre aguas negras y grises, es lógico imaginar que océanos, mares, lagos, lagunas, pantanos ríos, arroyos, etc. se encuentren contaminados por todos estos magníficos productos químicos con los que alegramos nuestras vidas.
Si a ello unimos los detergentes de uso industrial la catástrofe ecológica está servida.
Y encima, los matamos para decorarnos:
No está muy extendido afortunadamente en el caso de los anfibios, sí y mucho en otros animales como pequeños cocodrilos, armadillos, tortugas, aves, etc., con los que se fabrican todo tipo de deplorables recuerdos; bolsos, collares, guitarritas, pisapapeles, etc.
En Brasil se hacen monederos, llaveros y bolsos con sapos disecados. Sí, parece increíble pero es verdad, pueden verse haciendo una búsqueda de imágenes (“toad purse”). Algunos son con el sapo entero, otros usan sólo la piel y la cabeza. Muy horrible y aberrante, para llorar, negativo para la conservación de especies. Si nadie los comprara dejarían rápidamente de hacerlos. Hay que rechazar este tipo de productos si nos los ofrecen como si estuvieran apestados, ello crea conciencia y deriva la producción artesanal hacia otros objetos.
En Tailandia se hacen y venden carteras, monederos, bolsos y maletines con genuina piel de rana (“frog skin wallets”). Si hubiera una educación medioambiental nadie los compraría, ello actuaría en beneficio de la fauna de anfibios tailandeses que dejarían de ser capturados y sacrificados. Estos artículos están en venta en la red, un monedero de piel de rana vale unos 47 dólares.
Hay páginas de venta en la red de animales disecados, metidos en frascos con formol y partes de ellos; patas, piel, huesos, plumas, etc. Otro tipo de comercios que habría que regular o prohibir. No sé a qué clase de personas les puede gustar tener el cadáver de un animal exótico como decoración en su casa, unas patas de perro, otras de pájaro, unas alas secas de murciélago, o llevar un bolso hecho con un sapo. Hay gustos para todo.
Es preciso que lo que llamamos “gente” conozca a los anfibios y aprenda a respetarlos y a quererlos. Gente somos todos, cada uno en nuestro pequeño mundo luchando por sobrevivir lo mejor posible. Uno no puede amar lo que desconoce, ni siquiera vemos lo que no conocemos.
Y hebla de un montón de curiosidades de los anfibios, como que hay una rana que emite ultrasonidos.
Es una rana china (Amolops tormutus) que vive en Shanghái en arroyos de curso muy rápido y le interesa que se oiga su voz por encima del fuerte tumulto del agua. Es el primer caso de comunicación ultrasónica que se ha descrito en un animal que no es un mamífero, sólo se conoce en delfines, murciélagos y algunos roedores. El descubrimiento fue publicado en la prestigiosa revista Nature en marzo del 2006 (Frogs croaks in ultrasound. Ultrasound for mating).
Hasta hay quien estudia los olores de las ranas.
Han estudiado cómo huelen más de cien ranas australianas y han catalogado esos olores aproximándolos a otros conocidos, pues tristemente no hay otra forma para definir un olor. Las hay que huelen a flores, batido de fresa, vainilla, carne putrefacta, tomillo, nueces… todo lo que uno quiera. Michael Tyler es el “senior” del equipo, un afamado experto australiano en ranas, también interesado en sus olores, pues sus conocimientos e inquietudes abarcan todos los aspectos del mundo de los anfibios, tanto que le llaman cariñosamente “el hombre rana”. Estos científicos recibieron en el 2005 el premio IgNobel en la Universidad de Harvard.
Otros peligros de las ranas que a algunos no se nos pasan por la cabeza:
En el caso de los anfibios el mayor peligro son las carreteras, han de cruzarlas necesariamente si están en sus rutas migratorias; mueren allí aplastados por esos maravillosos coches con los que la televisión nos tortura minuto a minuto. Es una de las causas de la disminución de poblaciones. En los sapos está también el viaje opuesto, salen de los lugares encharcados donde nacieron y han de recorrer hacia atrás el camino que ya hicieron sus padres. El peligro de muerte en la carretera es para ellos doble. Suiza fue el primer país que construyó pasos subterráneos para los anfibios en los puntos clave de las carreteras. En algunos lugares se señalizan las carreteras para que los conductores traten de evitar estos atropellos masivos (Bodenhan en Inglaterra), en otros incluso se están cerrando al tráfico durante los días en que los animales las cruzan.
Y encima, explicaría como sobrevivir a una plaga bíblica:
Las ranas salen en una de las plagas bíblicas, y no deja de ser curioso porque la siguiente fue de mosquitos. Si hubieran dejado a aquela plaga de ranas, seguramente, se hubieran comido todos los mosquitos.
Y curiosidades sobre los venenos que tienen las ranas:
Se estudia el origen de los venenos de anfibios, pues sucede que muchos de ellos obtienen la molécula venenosa de los artrópodos (hormigas, ciempiés, coleópteros, ácaros oribátidos, etc.) de los que se alimentan, de modo que si se los mantiene en cautividad alimentándolos con insectos fáciles de conseguir (moscas de la fruta, grillos…), pierden el veneno, pues les faltan las especies, de las que obtienen el alcaloide, ello facilita el trabajo de los cuidadores que pueden manipularlas sin ningún peligro. La síntesis de las moléculas venenosas no está dirigida por factores genéticos, sino que estos animales usan las moléculas que obtienen al ingerir a ciertos artrópodos, y si acaso las modifican para que sean más útiles a sus fines. Parece que hay un proceso de bioacumulación, de modo que el alcaloide procede de una planta, de allí pasa al artrópodo y de este al anfibio. Toda una cadena conducente a un resultado final, un veneno en la piel de unas ranitas, que el hombre pronto descubre y utiliza para cazar.
Y su relación con la electricidad:
Las ranas jugaron un papel crucial en el descubrimiento de la naturaleza eléctrica del impulso nervioso. Los estudios de Luigi Galvani (1737-1798) produjeron una gran conmoción en la ciencia de la época, pues el tema de la electricidad animal estaba en pleno apogeo. El caso es que él demostró que la aplicación de una corriente eléctrica producía la contracción muscular en ranas.
Es también crítica con la industria farmacéutica:
Así en muchas enfermedades (tripanosomiasis africana, por ejemplo), se sigue funcionando con compuestos tóxicos de los años 20, pues no es rentable para la industria farmacéutica destinar dinero a ello, mientras que sí lo es, por ejemplo, el desarrollo de cremas antienvejecimiento, antiestrias, anticelulíticas, etc., que les van a pagar muy bien los consumidores del mundo rico.
Es obvio que en los lugares que más interesa investigar a la búsqueda de nuevos remedios es en las selvas tropicales, que aún conservan una gran biodiversidad vegetal y animal. No hace falta ser muy listo para deducir que las grandes multinacionales farmacéuticas son las más interesadas, pues esperan obtener pingües beneficios vendiendo a los ricos los remedios tradicionales de las tribus indígenas, una vez bien patentados, envasados y comercializados. Biopiratería es el término acuñado para definir estas acciones.
Algunas ONGs luchan para que no se puedan proteger bajo patente los remedios químicos obtenidos de animales endémicos, y cuya actividad se ha conocido a través de la tradición popular. Hay así una empresa que ha patentado agentes químicos obtenidos de las secreciones de una rana arbórea de la selva amazónica. Estas secreciones eran usadas en los ritos chamánicos desde tiempo inmemorial.
También las ranas (o mejor, los “ranos”) eran utilizados para los test de embarazo en los años 70. La prueba de ls ranita se llamaba en realidad Gali Manini.
Y en muchos casos, nos las comemos:
En Bélgica y en Francia se comen muchas ancas, como son mayoritariamente de importación su presencia en las cartas de los restaurantes ya no depende de la época del año. En Estados Unidos el consumo sigue una gráfica ascendente con unas 3.000 toneladas importadas al año, cantidad muy inferior, sin embargo, a la consumida en Francia. A nivel mundial se calcula que cada año se consumen entre 200 millones y un billón de ancas. En India y Bangla Desh se capturan anualmente unos 80 millones de ranas para su venta. Se trata de la rana toro cuyo cultivo ha tratado de implementarse en algunos países sin mucho éxito, pues a esta rana le gusta comer presas vivas. En China las ranas se venden vivas en los mercados, al igual que los peces y otros animales, cuando el cliente lo solicita el vendedor les corta de un tajo la cabeza y las mete en una bolsa. Hong Kong importa al año 6 millones de ranas (Haplobatrachus rugulosus) de China y no se sabe cuántos más de Taiwán y otros países asiáticos.
Y me gusta su conclusión:
¿Qué hay que hacer? La respuesta es muy sencilla en su planteamiento: cambiar nuestra forma de vivir. Es difícil de llevar a cabo en ausencia de medidas políticas, sólo en base a ellas se pueden plantear programas y llevarlos a cabo. La extinción de los anfibios sólo es una señal de aviso -como la fiebre- sólo indica que algo no funciona bien, que nos acercamos rápidamente al desequilibrio. No se trata de salvar especies concretas sino de mantener ecosistemas, con sus invertebrados, anfibios, reptiles, aves, mamíferos, plantas… con todo lo que tienen y contienen.
Muy informativo y con opinión razonada. Recomendable para todos los públicos.

Título: “La extinción de los anfibios en el siglo XXI”
Autora: Carmen Mascaró Lazcano
 http://www.historiasdelaciencia.com/

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