miércoles, 3 de abril de 2013

Buscando nuestros ancestros en Marte

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El estudio del universo es un viaje para autodescubrirnos. (Carl Sagan)


marte

Hay muchas preguntas en ciencia que continúan abiertas, y al ritmo que se obtienen las respuestas, da la sensación de que harán falta de varias generaciones para aproximarnos a su solución. Algunas de esas preguntas están relacionadas con el origen de la vida: ¿cómo se ha originado la vida, qué tipo de procesos generaron el primer ser vivo, dónde se ha originado la vida, es un proceso único o sigue formándose vida en otros lugares del universo?
Sabemos que nuestro planeta es muy longevo, posee unos 4.500 millones de años aproximadamente, una edad similar al de los planetas de nuestro Sistema Solar. Podemos datar los primeros organismos vivos detectados, que fueron las bacterias, en aproxidamente 3.800 millones de años. En ese período debió de aparecer la vida. Pero, ¿cómo? Esa es aún una pregunta sin respuesta, aunque se están explorando diversos escenarios.
Una posibilidad es que la vida apareció en nuestro planeta a partir de moléculas orgánicas más simples, con las condiciones geoquímicas y ambientales existentes en ese momento. El experimento de Miller y Urey demostró que, en determinadas condiciones, se puede generar los constituyentes orgánicos que son los “ladrillos” (aminoácidos, nucleótidos, etc) de macromoléculas presentes en los seres vivos (proteínas, ácidos nucleicos, etc) a partir de sustancias inorgánicas más una fuente de energía. En la actualidad los estudios giran alrededor de entender como a partir de esas primeras moléculas pudieron aparecer los primeros seres autorreplicantes, tal y como nos comentó el premio Nobel Jack W. Szostack en este medio.

Otra hipótesis es aquella que considera que moléculas orgánicas complejas o seres vivos cayeron en la Tierra desde algún lugar lejano, donde se había generado con anterioridad, transportada hasta nuestro planeta por cualquier cuerpo estelar. La existencia de moléculas orgánicas complejas en el espacio exterior se ha confirmado, así como la presencia de moléculas orgánicas en meteoritos. Además diversos estudios han permitido comprobar la extrema resistencia de los microorganismos a condiciones adversas (alta radiación, altas temperaturas, vacio, ausencia de oxígeno, etc), e incluso la resistencia de éstos a las condiciones de un impacto a alta velocidad.
Dentro de esa posibilidad se englobaría la hipótesis que investiga la posibilidad de que la vida de nuestro planeta proceda de Marte. Hace poco más de 4.000 millones de años, Marte era un planeta con agua, atmósfera, campo magnético y temperatura templada. Pero algo catastrófico ocurrió, un cataclismo de colosales proporciones. Se postula con la posibilidad de que un asteroide de gran tamaño impactara con Marte, destruyendo no sólo cualquier atisbo de vida, sino cambiando por completo su geología y su dinámica rotacional. El planeta perdió su campo magnético y su atmósfera. El impacto provocó que una enorme cantidad de fragmentos de su superficie fueran lanzados hacia el interior del sistema solar. La velocidad de escape de Marte es de 5 kilómetros por segundo (frente a los 11,2 km/s de la Tierra), lo que hace viable que un gran impacto lance fuera del campo gravitacional de Marte fragmentos del planeta. No es descartable que alguno de los fragmentos lanzados hacia el espacio terminara cayendo sobre nuestro planeta, de hecho se han encontrado meteoritos procedentes de Marte en distintos puntos de la Tierra.


Estructuras (¿o microfósiles?) observadas en el meteorito ALH84001
Estructuras (¿o microfósiles?) observadas en el meteorito ALH84001


Uno de los meteoritos más famosos es el llamado ALH84001, encontrado en las colinas Alan Hills de la Antártida. Dicho meteorito cayó en nuestro planeta hace unos 13.000 años y se ha postulado con la posibilidad de que presenta fósiles de microorganismos. En él se han encontrado formaciones magnéticas que recuerdan a los magnetosomas, unas estructuras que en la Tierra sólo se encuentra en bacterias. Pero, a pesar de los múltiples análisis, todavía no se puede afirmar de forma categórica que alguno de los meteoritos marcianos encontrados hasta la fecha contenga restos de vida.
Sin embargo la mayoría de esos meteoritos son de caída reciente, han estado vagando durante eones por el espacio antes de llegar a nuestro planeta, no podemos descartar que algún cuerpo procedente de la época del Marte caliente y acuoso “fertilizara” nuestro planeta con bacterias, si éstas llegaron a desarrollarse en el planeta rojo.
¿Seremos capaces de encontrar esos posibles vestigios de vida en Marte? Es uno de los objetivos de las naves que se han enviado. De momento sólo se está arañado la superficie, y con instrumentos poco adecuados para detectar vestigios de vida. La Curiosity es una nave de exploración estupenda, pero para hacer estudios geoquímicos. En las próximas misiones, si las agencias espaciales siguen contando con presupuesto para ello, se enviarán sistemas biosensores capaces de detectar organismos vivos, al menos si éstos son (o fueron) similares a los existentes en la Tierra. Si la hipótesis de la panspermia desde Marte es correcta, no es descabellado pensar que no habrán grandes diferencias moleculares entre los restos que allí se encuentren y las bacterias de nuestro planeta.
Dentro de esa idea de trabajo se mueve el proyecto SET-G que tratará de buscar genomas extraterrestres. En el SET-G, como no, contribuye Craig Venter, aunque está liderado por Maria Zuber y Gary Ruvkun, fruto de una colaboración entre el MIT y la universidad de Harvard. Este proyecto pretende enviar un microsecuenciador de DNA a Marte, para realizar técnicas de secuenciación masiva de posibles fragmentos de DNA que puedan existir. Evidentemente esto sólo puede funcionar si hay organismos vivos, o si el DNA no se ha degradado en las condiciones de Marte. Y por supuesto, si el DNA guarda la suficiente similitud con el de los organismos terrestres, como para permitir que las enzimas empleadas lo reconozcan. Eso sería una prueba de que tendremos que buscar a nuestros ancestros en Marte.


Para saber más:
Anguita, F. (2000) Historia de Marte: mito, exploración futuro. Editorial Planeta.
Lunine, J.I. (2006) Physical conditions on the early Earth. Phil. Trans. R. Soc. B 361:1721-1731.
Wickramasinghe, C. (2004) The universe: a cryogenic habitat for microbial life. Cryobiology 48:113-125.
Palmer, B.S. (2013) A review on the spontaneous formation of the building blocks of life and the generation of a set of hypotheses governing universal abiogenesis. Internat. J. Astrobiol. 12:39-44.
Benner, S.A. y col. (2000) The missing organic molecules on Mars. Proc. Natl. Acad. Sci. USA 97:2425-2430.
Lage, C.A.S. y col. (2012) Probing the limits of extremophilic life in extraterrestrial environment-simulated experiments. Internat. J. Astrobiol. 11:251-256.

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